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A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el
dominó. A mí me encanta la transmigración.
Mientras aquéllos se pasan la vida colgados de una soga o
pegando puñetazos sobre una mesa, yo me lo paso transmigrando de un cuerpo a
otro, yo no me canso nunca de transmigrar.
Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar
la brisa de la mañana. Duermo una siesta mineral, dentro de la primera piedra
que hallo en mi camino, y antes de anochecer ya estoy pensando la noche y las
chimeneas con un espíritu de gato.
¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber
el polen de las rosas! ¡Qué voluptuosidad la de ser tierra, la de sentirse
penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda... y
nos hace cosquillas!
Para apreciar el jamón ¿no es indispensable ser chancho?
Quien no logre transformarse en caballo ¿podrá saborear el gusto de los valles
y darse cuenta de lo que significa “tirar el carro”?...
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las
sensaciones de la virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el
mar desde la playa, otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo.
Por eso a mí me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir
todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores.
Por eso a mí me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo
personificado en una vaca, sentir la gravitación y los ramajes con un cerebro
de nuez o de castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle con una voz de
sapo a las estrellas.
¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y
la satisfacción de comprender, a fondo, la pereza de los remansos.... y de los
camaleones!...
¡Pensar que durante toda su existencia, la mayoría de los
hombres no han sido ni siquiera mujer!... ¿Cómo es posible que no se aburran de
sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en
cuando, los de las cucarachas... los de las madreselvas?
Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro de imbécil,
jamás he comprendido que se pueda vivir, eternamente, con un mismo esqueleto y
un mismo sexo.
Cuando la vida es demasiado humana —¡únicamente humana!— el
mecanismo de pensar ¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que
cualquier otra?
Yo, al menos, tengo la certidumbre que no hubiera podido
soportarla sin esa aptitud de evasión, que me permite trasladarme adonde yo no
estoy: ser hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo que es más importante aún,
encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi
completamente, de mi propia existencia.
grande, girondo. y este blog es excelente. saludos cordiales
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